Hundimiento del
Fénix
Me encontraba a sotavento, aquella tarde gris, contemplando como las olas, aún pequeñas, se rendían contra el casco de la nave, rebotando onduladamente y creando espumas a manera de manifestar su descontento por no poder someterlo. Aún no había visto el parte meteorológico pero todo señalaba que en cuestión de horas, esa situación se invertiría, la fuerza del viento aumentaba constantemente, y junto a el, las pequeñas olas aumentarían, de tamaño tal, que el sometido sería el viejo crucero. Entonces comenzaría otra danza mas dinámica y espectacular, la afilada proa se hundiría como un cuchillo contra las olas y en cada corte toneladas de aguas se elevarían en espectral y respetuoso bramido.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el Jefe de artillería que pasaba a mi lado para dirigirse al puente de mando. –¡Que hace por aquí? - me preguntó.
-haciendo tiempo Señor, en minutos debo tomar mi guardia en el CIC (Centra de Información de Combate), ¿señor, hay alguna nueva novedad en la islas, sigue bajo ataque?-
- Sí, están teniendo combate aéreo en forma irregular y frecuente – al ver que instintivamente elevaba mi vista al cielo, continuó diciendo – Nosotros no estamos en estos momento bajo amenaza aérea, estamos lejos del radio de acción de los aviones ingleses, nuestro peligro mas inmediato es la amenaza submarina.-
Sí, -respondí –
-Es por ello que están los dos destructores de escolta por la banda de estribor, pero sabemos que es inútil, dos destructores no pueden dar cobertura de protección ante una amenaza de ataque de submarino.-
Me miró y levantando sus hombros continuó con su camino. Ninguno de los dos sabíamos que esa amenaza se estaba alistando a disparar sus torpedos, aquel domingo 2 de mayo de 1982.
Es tradición de
En mi primer
embarco en el Crucero Gral. Belgrano, que fue como cadete en una navegación de
instrucción, aún tengo fresco en mi memoria el día que por primera vez bajé a
la sala de máquinas, justo en su acceso había una placa de Bronce que decía USN PHOENIX con un perfil
de la mitológica ave (ese era el nombre del Crucero en
Siempre
el ave Fénix, me hace recordar a mi infancia, en especial a la estatua del Kakuy, estatua que recuerda la leyenda de origen quichua. Relata que dos hermanos vivían en el monte. La
hermana era mala y el hermano era bueno. Un día él regresó de la selva cansado y hambriento, y pidió a su hermana que le alcanzara
algo fresco. La mala hermana trajo la bebida, pero antes de dárselo lo derramó
en su presencia. Este tipo de actitud era frecuente. Un día el hermano decidió
castigar su maldad, logró que ella trepara a lo más alto de la copa de un enorme
quebracho, subiendo él por detrás, descendió desgajando el
árbol de modo tal que su hermana no pudiera bajar. Allí quedó su hermana en lo
alto, llena de miedo. A medida que pasaban las horas, comenzó a ver
horrorizada, que sus pies se transformaban en garras, sus manos en alas y su
cuerpo todo se cubría de plumas. Convirtiéndose en un pájaro nocturno, que en
el silencio de la noche, emite su grito
-¡"Turay", "Turay" !- : ¡"Hermano", "Hermano" !.
El ave Fénix renace a través de sus cenizas, en el caso del Kakuy, el ave nace del egoísmo y la maldad. Una por el fuego purificador, la otra por las turbias emociones de la vida.
Recuerdo en mi infancia el trepar en aquella estatua ubicada en el parque Aguirre de la ciudad de Santiago del Estero, era para mi todo una conquista llegar a esa cabeza de pájaro y cuerpo de mujer, pues en mi visión de niño la estatua tenía dimensiones inmensas. Frente a esa estatua esta mi querida y vieja escuela primaria San Francisco de Asís.
Después que se
fuera el Jefe de artillería, me quede unos minutos más, luego me dirigí tomar
mi guardia. Al llegar encontré que mi relevo, el guardiamarina mas antiguo de
la dotación, el Sr. Guardiamarina Torlaschi Emilio Carlos me sorprendió estudiando, estaba repasando
análisis matemático, para un curso que deseaba hacer.
-¿Que hace Michi
(seudónimo de Guardiamarina en
sonriente me preguntó – Lo que pasa señor es que está
todo muy tranquilo y estudiar me ayuda mucho..-
-De acuerdo pero, michi exagera, es domingo y
esta mañana estuvimos en alarma real de combate .... bueno, creo que lo envidio, pues en lo personal no si en
estos momentos yo pueda leer algo.- Respondió, sin perder la sonrisa. ....
sentimos un ruido sordo acompañado del corte repentino de la luz, un olor a
azufre invadió el cuarto, no se escuchaban voces, hubo un instante de silencio,
creo que todos en ese momento sabíamos que nos había tocado un torpedo,
instante después un segundo torpedo nos estalló, con la sensación de que el
buque chocara con una pared; esta vez se apreció una marcada escora (inclinación) a babor.
Alguien grito -¡torpedo!!,- en seguida se empezaron a mezclar opiniones y
órdenes, pero no había pánico, quizás nerviosismos.
-¿Señor que
zafarrancho debemos tomar? – me preguntó
Torlaschi, con total serenidad y tranquilidad,
su consulta sonó mas académica que nerviosa.
Le respondí en el mismo tono – Torlaschi, este
buque no tiene capacidad anti submarina, no podemos
responder al ataque de un submarino, creo que debemos cubrir zafarrancho de
siniestro y abandono. – dicho esto nos saludamos y cada uno salio por su lado.
A pesar de los años aún recuerdo con nítido
detalle ese momento, y aún hoy me sorprende con que tranquilidad y serenidad
tomamos esos primeros minutos Torlaschi y yo. Como
quisiera estar con él para reírnos de ese comportamiento tan particular que
tuvimos los dos. Pero eso no es posible,
pues toda su juventud, sueños, aspiraciones quedaron truncados, en el misterio
de su desaparición.
Al salir a cubierta principal, tenía en claro
que era imprescindible arrojar al agua los tanques de combustible del
helicóptero que llevamos a bordo. Y salí a viva voz dando la orden -¡AL AGUA LOS TANQUE DE JPI
(denominación del combustible para aviones)- escuché y vi que otro oficial
hacía lo mismo. Estos tanques estaban a la mitad del crucero, temíamos que si
eran alcanzado por el fuego los hiciera estallar y junto a ellos la munición de
las santabárbaras de los cañones de
Al llegar al lugar paré al personal que
estaba corriendo por la cubierta y ordené que me ayudaran, reuní tres hombres para ello, entonces me
dirigí a la otra banda de estribor para hacer lo mismo, cuando conseguí tres
hombres más, volví a ver como estaba la maniobra en babor, no estaba ninguno,
se habían ido todos. Regresé a estribor y lo mismo, pese a que me puse furioso
contemple que no había ningún foco de incendio cercano y que el buque seguía
escorándose cada vez más, lo cual por su dimensión indicaba un rumbo y un
ingreso de agua muy grande. Para contrarrestarlo era necesario que se pusieran
en funcionamiento las turbobombas de vapor, las que
descarté pues la escora no podía permitir el normal funcionamiento de las
calderas; la otra alternativa eran las bomba eléctricas, pero estas funcionaban
a través de un generador diesel. Los cuales debían ponerse en marcha, pero
estos eran muy viejos y costaba ponerlos en funcionamiento en condiciones
normales, mas en plena oscuridad. Con estos pensamientos llegue a una escotilla
de donde salía mucho humo, un marinero con mirada impotente me dijo.
-Señor hay fuego abajo, se está quemando
gente.- mientras sostenía la escotilla con sus manos.
Le respondí -Alcanza a ver algo. – y al
hacerlo yo mismo vi que no estaba la escalera, solo se veía oscuridad y humo, y
se oían gritos.
- ¡señor que
hacemos?-
Creo que mi mirada debe haber sido tan
impotente o más que la suya. – No hay escalera, busqué una – sabía que era
inútil pues no existía escalera alguna en la cercanía.
-No hay escalera cerca Señor-
-Si lo sé, tampoco podemos bajar sin equipo
de respiración el humo nos desmayaría- Miré alrededor buscando ayuda, sabía que lo que necesitábamos era escalera y
un equipo autónomo, y no había nada de eso cerca. Ambos nos miramos y sin decir
nada mas continuamos en busca de nuestras estaciones de abandono.
Apenas avancé unos pasos me encontré con un
tripulante, totalmente ungido de petróleo, solo sus ojos estaban libres de eso,
junto a él habían compañeros que intentaban limpiarlo.
Cuando llegué a popa, altura de las torres 4
y 5 de los cañones de
-- Si en estos precisos momentos el
comandante estuviera dando la orden de
abandono, no hay manera que la sepamos en seguida, no hay altoparlantes en funcionamientos ni
tenemos radios de manos que estén comunicados con el puente, alistemos las
balsas y… vean como se va escornado el buque, no creo que se pueda salvar... en
caso contrario, si sigue a flote subimos a bordo las balsas.-
De inmediato comenzamos a alistar las balsas,
yo dirigí la maniobras de varias, una de las cuales por apresuramiento, se
había accionado su mecanismo de inflado de manera tal que se infló al revés,
algunos intentaron darla vuelta con lanzas de neblina de lucha contra
incendios.
De repente busqué mi balsa asignada, como oficial
era el comandante de la misma. Me llevé una de las sopesas mas grande de mi
vida, pues pese a que había dirigido la maniobra de varias balsas, la
tripulación de mi balsa estaba esperando serena, que yo dirigiera la maniobra
de la misma, no había pánico, solo una serena disciplina para cumplir con las
normas pre establecidas para zafarrancho de abandono.
Esta actitud fue la que predominó durante el hundimiento. Una actitud de la que
hasta el día de hoy me siento orgulloso de haber pertenecido, de haber estado
juntos a hombres que demostraron el valor
la serenidad y la entereza
necesarias para efectuar un abandono en done el objetivo era salvar la mayor
cantidad de vida posibles.
Para el instante en que todos los integrantes
de la balsa ya estaban en ella, la escora del buque era más del 40°. Yo
sostenía el cabo que aún nos amadrinaba al moribundo Crucero. Fue en ese
instante que acaeció una anécdota que de no ser por la gravedad del momento,
podríamos considerarla graciosa, un oficial mas antiguo que yo se acerca y me
dice.
-Mire, no se donde esta mi balsa, no la
encuentro, ¿sería Ud tan amable de permite abandonar
el buque en la suya?—
Atónito por la interrogación recibida y
mientras le contestaba afirmativamente fue el único momento que esbocé una sonrisa.
Creo que el nerviosismo del momento me engañó, pero la actitud demostrada por
este oficial mas antiguo, es un gesto más que ratifica
la nobleza y entereza demostrada por mis compañeros de armas.
Tuve que dar un pequeño salto, para embarcar
en mi balsa, no me es posible describir lo que sentí que abandona el buque el
Fénix. No pude meditar mucho, el escenario había cambiado radicalmente, ví a tripulantes agarrados entre dos balsas semi hundidas llamando a su mamá, otros que recién llegaban
a la cubierta y se arrojaban al agua en búsqueda de abordar las balsas.
La escora ahora superaba los 45%, temían que
el buque recostara todo su costado al
mar y la hacerlo nos aplastara. Las balsas solo tenían dos aberturas una en
cada extremos, yo estaba en uno de ellos, reme empuje, grite, pero todo era
insuficiente para poder alejarnos del buque estábamos a sotavento (lado
protegido del viento), solo conseguimos llagar a proa altura de la 2da, torres a unos
Durante el recorrido, más hombres se iban
sumando a la balsa, entre ellos el Jefe de Máquinas del Crucero, quien una vez
a bordo de la balsa me dijo:
–
NO se
pudo hacer nada, fue imposible evitar el hundimiento-
En ese momento escuche que me llamaban era el Rr.
Guardiamarina Sevilla Gerardo Esteban, mi ayudante, estaba en una balsa con el
techo desinflado, a no mas de
y… ocurrió el milagro, al ir hundiéndose de
popa a proa, y al ir el agua expulsando el aire interno de la nave, este actuó
como aire comprimido y nos alejó al fin del costado, lo suficiente para que el
viento nos empezara alejar más aún, y vi como la guillotinada proa del Fénix
ingresaba a las profundidades del Atlántico Sur. Sentimos como estallaban las
calderas bajo la quilla de la balsa.
-¡Se Hundio el Crucero!!!!-
Recuerdo que solo moví la cabeza en forma afirmativa, pasé al interior
de la balsa. Algunos creyeron y yo lo pensé en un principio que las explosiones
que sentíamos debajo nuestro eran la respuesta de
nuestros destructores contra el submarino, pero por la forma, la cadencia de
las explosiones sabíamos que no eran cargas de profundidad sino el contacto del
agua fría con las altas temperaturas de las calderas. Un grito me saco del
letargo era el Sr.Guardiamarina Belikow Alejandro, quien se amadrinó a
nuestra balsa, nos juntamos a otras, por doctrina era conveniente estar atadas,
así facilitaríamos nuestra detección desde el aire. También mejoramos la
distribución de tripulantes por balsas, la del
Guardiamarina
Belikow, estaba casi vacía mientras que la mía sobrepasaba la dotación
estipulada, mientras hacíamos esto, busque al Guardiamarina Sevilla, sin
suerte, el viento era cada vez mas fuerte y mas altas las olas y lo peor, que
para esa época del año y latitud,
oscurecía muy temprano. Su cuerpo fue sin vida encontrado y rescatado de
la balsa del techo desinflado, fue inhumado en tierras de su Patria.
La noche hizo su aparición y a
partir de ese momento comenzó la etapa de la supervivencia............
...De repente de manera fantasmal
una silueta oscura penetró en nuestra balsa, con mucha serenidad y sin titubeo
desgarró el techo de la balsa con su afilado cuchillo de buzo, el oscuro y
traje de neoprene contrastaba con las última luces de un nuevo atardecer
habían pasado mas de 24 horas desde que se había hundido la gran nave.
Cuando fui subido a bordo del
Aviso ARA Gurruchaga, recuerdo que no sentía mis
piernas, no podía entender si estaba caminando o era llevado en andas. Mis
emociones erupcionaron, creo que es la mejor manea de describirlas.
El Ave Fénix, su mitología nos
dice que al renacer de su muerte a través del fuego, el fuego que transmuta, el
que devora las formas para dar lugar a
otras. No es fácil nacer, menos renacer, la mitología del ave Fénix, nos habla
quizás que quienes dan su esfuerzo y sacrificio hasta el límite, es posible renacer, transmutarse y evolucionar. No es una tarea
sencilla, el fuego quema y produce dolor. Creo que su opuesto es el Kakuy, la que es desterrada
y condenada a la oscuridad de la noche.
Y es así como fue condenado el Veterano de guerra de Malvinas, tras la
derrota, la sociedad que los ignoró y discriminó. No es causal que en la provincia
en donde esta la estatua del Kakuy, recién después
de mas de 22 años se promulgó, en forma injusta y parcial, una ley para reconocer a los veteranos de guerra.
Pues no reconoce a los hijos nacidos bajo los rayos del INTI, en tierra Santiagueña, si no tienen residencia en la
provincia.
En el artículo de la ley Nº 6.656 establece que uno de los requisitos para acceder a la pensión honorífica, el ex combatiente de guerra debe de tener residencia en la provincia. Una exigencia desmedida, autoritaria, desleal, para quienes pelearon a miles de kilómetros de su tierra natal.
Los gobiernos, los legisladores y la sociedad, aún no comprenden que no se trata de recibir el dinero de una pensión, sino un reclamo ante tanta indiferencia que continuamente seguimos soportando desde el mismo día de la derrota. Pedir el certificado de residencia a un nativo ex combatiente santiagueño es excluirlo y marginarlo, es sentenciarlo a que nos convirtamos en Kakuy.
VICENTE OSCAR GIGLI
DNI 12.695.229
Tripulante sobreviviente del
CRUCERO A.R.A GRAL. BELGRANO
Hundido el 2 de mayo de 1982 por un
Submarino inglés en
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